domingo, 9 de julio de 2017
martes, 17 de mayo de 2016
COMUNICACIÓN DIGITAL
La formación del estudiante de comunicación
exige, una puesta al día ante la evidencia científica y empírica, la que obliga
a una formación integral para anticipar a nuevos escenarios y ser capaz de
gestionarlos y construirlos.
Fotoleyenda de Imagen Digital |
En ese
orden de ideas es fundamental entender el modelo de negocio al que el
estudiante se enfrentará comprender el tema de costos de producción, la real
funcionalidad de las nuevas tecnologías y tarea fundamental, está en conectar
con diferentes audiencias cada vez más fragmentadas y sofisticadas.
No se
trata simplemente de yuxtaponer cursos tradicionales con nombres supuestamente
postmodernos. Esto puede servir de marketing, no a la misión de la Universidad,
no a las empresas, no a las exigencias de un país incomunicado y no por
supuesto menos a las motivaciones y expectativas de nuestros estudiantes.
Podríamos
iniciar la discusión que sabemos de la convergencia multimedia, fenómeno que
está modificando las empresas de comunicación.
Encajar
en el nuevo proceso comunicativo implica cambios no solo de actitud y rutinas
laborales, sino adquirir nuevas destrezas y competencias que sumadas al perfil
básico del quehacer profesional contribuyan a conocer mejor el nuevo modelo de
negocio al que nos enfrentamos.
Según
Jesús Flores Vivar, un comunicador eficiente y que aporta al medio es aquel que
tiene un valor añadido producto de una sólida formación académica y de una
actualización de conocimientos permanente.
La
formación del comunicador pasa por tener conocimientos de macro y
microeconomía, gestión de medios. Etc.
lunes, 13 de julio de 2015
Oxapampa en Imágenes...
PASCO - PERÚ
Oxapampa es una de las tres provincias que conforman la Región Pasco - Perú.
Está ubicada en la zona de la selva central del país, con una población aproximada de 70 mil habitantes conformada por descendientes alemanes y austriacos, así como pobladores andino amazónicos.
Les presento esta serie de Fotografías logradas como producto de un viaje de estudios con los alumnos del curso de Fotografía del V semestre 2015 A, de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional Daniel Alcides Carrión de Cerro de Pasco.
Disfrutemos juntos de sus paisajes, flora, fauna, su gente, artesanía, danzas, gastronomía y costumbres; entre otros, Bienvenidos a Oxapampa...
Sendero, camino a la Catarata El Tigre. |
Puente llamaquizú, al ingreso a la ciudad. |
Señoritas, descendientes de los colonos de Oxapampa. |
Pobladores descendientes de los primeros colonos de Oxapampa. |
Danzantes del Parishpolka, descansando... |
Asistentes al Festival Musical Selvamonos... |
Carcochita, transporte habitual de los rancheros. |
miércoles, 9 de julio de 2014
La soledad de América Latina
[Discurso de aceptación del Premio
Nobel 1982. Texto completo.]
Gabriel García Márquez
Gabriel García Márquez
Antonio Pigafetta, un navegante florentino que
acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su
paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece
una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en
el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del
macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara.
Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de
camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que
encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante
enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.
Este libro breve y fascinante, en el cual ya se
vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el
testimonio más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. Los Cronistas
de Indias nos legaron otros incontables. Eldorado, nuestro país ilusorio tan
codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y
de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la
Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años
el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos
a otros y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron. Uno de los tantos
misterios que nunca fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas
con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el
rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la
colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de
aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio
áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el
siglo pasado la misión alemana de estudiar la construcción de un ferrocarril
interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la
condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso
en la región, sino que se hicieran de oro.
La independencia del dominio español no nos puso a
salvo de la demencia. El general Antonio López de Santana, que fue tres veces
dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha
que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general García
Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su
cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones
sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el
déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30
mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos
estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para
combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco
Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua
del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.
Hace once
años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó
este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces
también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca
las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres
alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la
leyenda. No hemos tenido un instante de sosiego. Un presidente prometeico
atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un
ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la
vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había
restaurado la dignidad de su pueblo. En este lapso ha habido 5 guerras y 17
golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva
a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto
20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son
más de cuantos han nacido en Europa occidental desde 1970. Los desaparecidos
por motivos de la represión son casi los 120 mil, que es como si hoy no se
supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala. Numerosas
mujeres arrestadas encintas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se
ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción
clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no
querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y
hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos
países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera
en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 mil muertes
violentas en cuatro años.
De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha
huido un millón de personas: el 10 por ciento de su población. El Uruguay, una
nación minúscula de dos y medio millones de habitantes que se consideraba como
el país más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada
cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un
refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados
y emigrados forzosos de América latina, tendría una población más numerosa que
Noruega.
Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal,
y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la
Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive
con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas,
y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de
belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra
más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y
malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido
que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha
sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra
vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.
Pues si estas dificultades nos entorpecen a
nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos
racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus
propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es
comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí
mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y
que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros
como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas
ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos
libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más
comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres
necesitó 300 años para construir su primera muralla y otros 300 para tener un
obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos
antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo
XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus
relojes impávidos, ensangrentaron a Europa con soldados de fortuna. Aún en el
apogeo del Renacimiento, 12 mil lansquenetes a sueldo de los ejércitos
imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de
sus habitantes.
No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger,
cuyos sueños de unión entre un norte casto y un sur apasionado exaltaba Thomas
Mann hace 53 años en este lugar. Pero creo que los europeos de espíritu
clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más humana y
más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos. La
solidaridad con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos, mientras no se
concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de
tener una vida propia en el reparto del mundo.
América Latina no quiere ni tiene por qué ser un
alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de
independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental.
No obstante, los progresos de la navegación que han
reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber
aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se
nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de
suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué
pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en
sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos
distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados
de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin
cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero
muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de
los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no
fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del
mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.
Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el
abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las
hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los
siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la
muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de
nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar
siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en
los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América
Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente
poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres
humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que
han pasado por este planeta de infortunios.
Un día como el de hoy, mi maestro William Faullkner
dijo en este lugar: "Me niego a admitir el fin del hombre". No me
sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia
plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre
colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una
simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de
todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas
que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado
tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora
utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir,
donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las
estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una
segunda oportunidad sobre la tierra.
Agradezco a la Academia de Letras de Suecia el que
me haya distinguido con un premio que me coloca junto a muchos de quienes
orientaron y enriquecieron mis años de lector y de cotidiano celebrante de ese
delirio sin apelación que es el oficio de escribir. Sus nombres y sus obras se
me presentan hoy como sombras tutelares, pero también como el compromiso, a
menudo agobiante, que se adquiere con este honor. Un duro honor que en ellos me
pareció de simple justicia, pero que en mí entiendo como una más de esas
lecciones con las que suele sorprendernos el destino, y que hacen más evidente
nuestra condición de juguetes de un azar indescifrable, cuya única y desoladora
recompensa, suelen ser, la mayoría de las veces, la incomprensión y el olvido.
Es por ello apenas natural que me interrogara, allá
en ese trasfondo secreto en donde solemos trasegar con las verdades más
esenciales que conforman nuestra identidad, cuál ha sido el sustento constante
de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora
a este tribunal de árbitros tan severos. Confieso sin falsas modestias que no
me ha sido fácil encontrar la razón, pero quiero creer que ha sido la misma que
yo hubiera deseado. Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje
que se rinde a la poesía. A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador
de las naves que numeró en su Iliada el viejo Homero está visitado por un
viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La
poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la
fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa
totalidad rescata a nuestra América en las Alturas de Machu Pichu de Pablo
Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria
nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin, esa energía secreta de
la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y
repite las imágenes en los espejos.
lunes, 9 de junio de 2014
(Español) THRIVE: ¿Cuanto le costará al Planeta?
THRIVE (PROSPERAR) es un documental poco convencional que levanta el velo de lo que realmente pasa en nuestro mundo, siguiendo el dinero, – el descubrimiento de la consolidación global de energía en casi todos los aspectos de nuestras vidas. Tejer avances en la ciencia, la conciencia y el activismo, THRIVE ofrece soluciones reales, nos da el poder con estrategias audaces y sin precedentes para la recuperación de nuestras vidas y nuestro futuro.
Científicos, líderes espirituales y grandes personalidades se unen aquí para levantar su voz: Duane Elgin, Nassim Haramein, Steven Greer, Jack Kasher, Daniel Sheehan, Adam Trombly, Brian O’Leary, Vandana Shiva, John Gatto, John Robbins, Deepak Chopra, David Icke, Catherine Austin Fitts, G. Edward Griffin, Bill Still, John Perkins, Paul Hawken, Aqeela Sherrills, Evon Peter, Angel Kyodo Williams, Elisabet Sahtouris, Amy Goodman, and Barbara Marx Hubbard.
domingo, 25 de mayo de 2014
Matrimonio de Zulema y Wilder
Radiantes y felices, así son las expresiones de la flamante pareja conformado por Wilder Leandro y Zulema Muñoz que acaban de contraer matrimonio en la Iglesia Virgen del Tránsito en Yanacancha este sábado 24 de mayo.
Aquí una muestra en fotografías de esta celebración el más importante en sus vidas. Muchas felicidades amigo y colega Wilder...
jueves, 17 de abril de 2014
"COMO COMENCÉ A ESCRIBIR"
América Latina llora a su NOBEL: Gabriel García Márquez falleció este 17 de abril a los 87 años de edad en Ciudad de México, en el mes de las letras.
Rendimos un homenaje póstumo a este ilustre personaje latinoamericano extrayendo uno de sus tantos discursos titulado "COMO COMENCÉ A ESCRIBIR".
Del libro: “Yo no vengo a decir un discurso”
Gabriel García Márquez
Primero que todo, perdónenme que hable
sentado, pero la verdad es que si me levanto corro el riesgo de caerme de
miedo. De veras. Yo siempre creí que los cinco minutos más terribles de mi vida
me tocaría pasarlos en un avión y delante de veinte a treinta personas, no
delante de doscientos amigos como ahora. Afortunadamente, lo que me sucede en
este momento me permite empezar a hablar de mi literatura, ya que estaba
pensando que yo comencé a ser escritor
en la misma forma que me subí a este estrado: a la fuerza.
Gabriel García Márquez, leyendo su obra "Yo no vengo a decir un discurso" de donde se extrajo este texto. |
Confieso que hice todo lo posible por no asistir a esta asamblea: traté
de enfermarme, busqué que me diera una pulmonía, fui a donde el peluquero con
la esperanza de que me degollara y, por último, se me ocurrió la idea de venir
sin saco y sin corbata para que no me permitieran entrar en una reunión tan
formal como ésta, pero olvidaba que estaba en Venezuela, en donde a todas partes
se puede ir en camisa. Resultado:
que aquí estoy y no sé por dónde empezar. Pero les puedo contar, por ejemplo,
cómo comencé a escribir.
A mí nunca se me había ocurrido que
pudiera ser escritor pero, en mis tiempos de estudiante, Eduardo Zalamea Borda,
director del suplemento literario de El Espectador de Bogotá, publicó una nota
donde decía que las nuevas generaciones de escritores no ofrecían nada, que no
se veía por ninguna parte un nuevo cuentista ni un nuevo novelista. Y concluía
afirmando que a él se le reprochaba porque en su periódico no publicaba sino
firmas muy conocidas de escritores viejos, y nada de jóvenes en cambio, cuando
la verdad ‐dijo‐ es que no hay jóvenes que escriban.
A mí me salió entonces un sentimiento de
solidaridad para con mis compañeros de generación y resolví escribir un cuento,
no más por taparle la boca a Eduardo Zalamea Borda, que era mi gran amigo, o al
menos que después llegó a ser mi gran amigo. Me senté y escribí el cuento, lo mandé
a El Espectador.
El segundo susto lo obtuve el domingo
siguiente cuando abrí el periódico y a toda página estaba mi cuento con una
nota donde Eduardo Zalamea Borda reconocía que se había equivocado, porque
evidentemente con «ese cuento surgía el genio de la literatura colombiana» o algo parecido. Esta vez sí que
me enfermé y me dije: « ¡En qué lío me he metido! ¿Y ahora qué hago para no
hacer quedar mal a Eduardo Zalamea Borda?».
Seguir escribiendo, era la respuesta. Siempre tenía frente a
mí el problema de los temas: estaba obligado a buscarme el cuento para poderlo
escribir.
Y esto me permite decirles una cosa que
compruebo ahora, después de haber publicado cinco libros: el oficio de escritor
es tal vez el único que se hace más difícil a medida que más se practica. La
facilidad con que yo me senté a escribir aquel cuento una tarde no puede compararse
con el trabajo que me cuesta ahora escribir una página.
En cuanto a mi método de trabajo, es
bastante coherente con esto que les estoy diciendo. Nunca sé cuánto voy a poder
escribir ni qué voy a escribir. Espero que se me ocurra algo y, cuando se me
ocurre una idea que juzgo buena para escribirla, me pongo a darle vueltas en la
cabeza y dejo que se vaya madurando. Cuando la tengo terminada (y a veces pasan
muchos años, como en el caso de Cien años de soledad, que pasé
diecinueve años pensándola), cuando la tengo terminada, repito, entonces me
siento a escribirla y ahí empieza la parte más difícil y la que más me aburre. Porque lo más delicioso de la historia es
concebirla, irla redondeando, dándole vueltas y revueltas, de manera que a
la hora de sentarse a escribirla ya no le interesa a uno mucho, o al menos a mí
no me interesa mucho; la idea que le da vueltas.
Les voy a contar, por ejemplo, la idea que
me está dando vueltas en la cabeza hace ya varios años y sospecho que la tengo
ya bastante redonda. Se las cuento ahora, porque seguramente cuando la escriba,
no sé cuándo, ustedes la van a encontrar completamente distinta y podrán observar
en qué forma evolucionó. Imagínense un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja
que tiene dos hijos, uno de diecisiete y una hija menor de catorce. Está
sirviéndoles el desayuno a sus hijos y se le advierte una expresión muy
preocupada. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella responde: «No sé, pero he amanecido con el pensamiento
de que algo muy grave va a suceder en este pueblo».
Ellos se ríen de ella, dicen que ésos son
presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar billar, y en
el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el adversario le dice:
«Te apuesto un peso a que no la haces». Todos se ríen, él se ríe, tira la
carambola y no la hace. Paga un peso y le pregunta: « ¿Pero qué pasó, si era
una carambola tan sencilla?». Dice: «Es cierto, pero me ha quedado la
preocupación de una cosa que me dijo mi mamá esta mañana sobre algo grave que
va a suceder en este pueblo».
Todos se ríen de él y el que se ha ganado
el peso regresa a su casa, donde está su mamá y una prima o una nieta o en fin,
cualquier parienta. Feliz con su peso dice: «Le gané este peso a Dámaso en la
forma más sencilla, porque es un tonto». « ¿Y por qué es un tonto?». Dice:
«Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado por la
preocupación de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a
suceder en este pueblo». Entonces le dice la mamá: «No te burles de los
presentimientos de los viejos, porque a veces salen». La parienta lo oye y va a
comprar carne. Ella dice al carnicero: «Véndame una libra de carne» y, en el
momento en que está cortando, agrega: «Mejor véndame dos porque andan diciendo
que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado». El carnicero despacha
su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:
«Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a
pasar, y se está preparando, y andan comprando cosas».
Entonces la vieja responde: «Tengo varios
hijos; mire, mejor deme cuatro libras». Se lleva cuatro libras y para no hacer
largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra
vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo
el mundo en el pueblo está esperando que pase algo. Se paralizan las
actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre.
Alguien dice: « ¿Se han dado cuenta del calor que está haciendo?». «Pero si en
este pueblo siempre ha hecho calor.» Tanto calor que es un pueblo donde todos
los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la
sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos. «Sin embargo ‐dice uno‐,
nunca a esta hora ha hecho tanto calor.» «Sí, pero no tanto calor como ahora.»
El pueblo desierto, a la plaza desierta,
baja de pronto un pajarito y se corre la voz: «Hay un pajarito en la plaza». Y
viene todo el mundo espantado a ver el pajarito. «Pero, señores, siempre ha
habido pajaritos que bajan.» «Sí, pero nunca a esta hora.» Llega un momento de
tal tensión para los habitantes del pueblo que todos están desesperados por
irse y no tienen el valor de hacerlo. «Yo sí soy muy macho ‐grita uno‐, yo me
voy.» Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y
atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el
momento en que dicen: «Si éste se atreve a irse, pues nosotros también nos
vamos», y empiezan a desmantelar literalmente al pueblo. Se llevan las cosas,
los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo dice: «Que no
venga la desgracia a caer sobre todo lo que queda de nuestra casa» y entonces
incendia la casa y otros incendian otras casas. Huyen en un tremendo y
verdadero pánico, como en éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que
tuvo el presagio clamando: «Yo lo dije, que algo muy grave iba a pasar y me
dijeron que estaba loca».
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